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martes, 1 de enero de 2019
Arquitectura del Siglo XX, Bauhaus, Le Cobusier, Wright
Edificio
Bauhaus.
1925-26. Walter Gropius. Dessau, Alemania.
Este edificio se
convertirá en el mejor exponente del llamado racionalismo
arquitectónico y de la filosofía de la Bauhaus. En él
aparecen las principales características del Movimiento Moderno:
volúmenes puros articulados racionalmente, uso innovador de nuevos
materiales, ausencia de ornamentación, grandes fachadas de vidrio,
perfecta interrelación exterior-interior...
Se trata de un
conjunto formado por varios módulos relacionados entre sí que
adoptan la forma de aspa, rompiendo así con el concepto de simetría
de la arquitectura tradicional. Gropius separó cada función en un
volumen prismático individual con entradas independientes y
diferentes fachadas: el bloque más espectacular, por su extensa
fachada de vidrio, que permite la máxima iluminación y la visión del
espacio interior, alberga los talleres; otro, formado por
ventanas horizontales contiene las aulas; y el tercero, más
alto, agrupa los apartamentos de los alumnos, cuya fachada se
resuelve mediante huecos individualizados con balcones. Los dos
primeros están unidos por un cuerpo elevado sobre una calzada en el
que se encuentran la administración y el despacho del director. A su
vez, talleres y estudios se conectan mediante un cuerpo bajo
ocupado por el salón de actos y el restaurante. Cada módulo
responde individualmente a su función y a su vez se articula como
parte de un todo.
El esqueleto del
edificio está formado por una estructura de hierro y hormigón y en
el exterior se utiliza como material innovador el vidrio.
Edificio Bauhaus
La fachada única
ha desaparecido dejando paso a una concepción realmente
sorprendente. La articulación externa refleja a la perfección la
distribución interior de los espacios. No hay un núcleo central o
principal, sino diversos cuerpos que se expanden hacia el exterior
para, seguidamente, replegarse en ángulo recto formando un nuevo
cuerpo. El movimiento de los diversos cuerpos forma dos alas que
paradójicamente casi dibujan una esvástica.
En los años
treinta, los nazis introdujeron algunos cambios en el edificio y así
sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. Después, fue declarado
monumento nacional y se reanudaron las clases, pero en 1948 las
autoridades comunistas no permitieron que prosperara la iniciativa.
Sólo en 1975 se abordó su completa restauración, terminada cuatro
años después.
Villa Savoie.
1929. Le
Corbusier. Poissy, Francia.
Este edificio es
una de las obras más representativas de la arquitectura del siglo XX
y uno de los mejores ejemplos de racionalismo arquitectónico. La
familia Savoie, que la encargó, pasó, sin embargo, poco tiempo en
la casa. Durante la Segunda Guerra Mundial se usó como almacén de
heno y en la posguerra como centro juvenil; estuvo al borde de la
demolición en 1958, pero André Malraux consiguió que fuera declarada
monumento histórico en 1964. En ella Le Corbusier consigue plasmar
lo que él entendía por arquitectura, cuya finalidad debe de ser
dotar al ser humano de un espacio donde desarrollar dignamente su
existencia, la vivienda como machine à habiter. Para ello
aplica los principios básicos del racionalismo, uniéndolos a los
logros de la sociedad industrial.
Villa Savoie
El edificio,
enteramente pintado de blanco, se encuentra situado en medio de un
jardín, en el que destaca nítidamente por su exquisita pureza
cúbica. Exteriormente es como una gran caja que se eleva en el
terreno mediante una serie de pilotis (pilares de hierro
cilíndricos) ligeramente retranqueados respecto al perímetro
exterior. Un vehículo puede circular entre ellos permitiendo el
acceso directo a la casa. Ésta tiene dos plantas con un jardín sobre
la cubierta. En la planta baja se encuentran el garaje, las zonas de
vestíbulo y servicio. El vestíbulo es un amplio espacio delimitado
por paredes curvas enteramente de vidrio. En el centro se inicia una
rampa que comunica todos los niveles del edificio y conduce a
la primera planta donde se encuentra la vivienda de la familia con
una gran terraza en torno a la cual se sitúan todas las
habitaciones: el gran salón, la cocina, el cuarto de invitados y los
de los propietarios. La terraza se une al salón principal mediante
puertas correderas, pues es considerada como una prolongación del
mismo, como una habitación exterior de la casa. El recorrido por la
rampa continúa hasta la azotea, concebida como jardín-solarium,
desde la cual se disfruta de una bella vista del paisaje
circundante. Las paredes, de formas redondeadas recuerdan las
chimeneas de un trasatlántico y contrastan con las formas
rectilíneas de la planta inferior. El muro exterior de la primera
planta, al no tener función tectónica, está abierto en su totalidad
por ventanas horizontales, que permiten tener unas magníficas
vistas del exterior. El edificio tiene un marcado carácter
horizontal.
En esta obra Le
Corbusier aplica los cinco principios fundamentales con los que
intentó en 1926 definir la nueva arquitectura:
Fachada libre.
Gracias al empleo del hormigón armado se puede hacer la fachada
independiente de la estructura del edificio.
Planta libre.
Los pilares forman un esqueleto independiente de los muros, tanto
exteriores como interiores. De esta forma el espacio interior se
puede modular a voluntad colocando los tabiques con mayor libertad
y de forma variada.
Ventanas
apaisadas y corridas.
Esta forma de las ventanas aumenta la visibilidad y proporciona una
luz uniforme al interior, relacionándolo además con el espacio
exterior.
Planta sobre
pilotis a distancias regulares.
La casa sobre pilotis deja libre la planta baja y el edificio pierde
el pesado zócalo de los edificios tradicionales.
Azotea con
jardín.
El techo plano permite utilizar la cubierta del edificio como
terraza-jardín, prolongando el de la primera planta, para favorecer
la vida al aire libre e incorporar la naturaleza a la casa.
Casa Kaufmann
o Casa de
la Cascada. 1935-1939. Frank Lloyd Wright. Bear Run, Pennsylvania,
Estados Unidos.
Fue
un encargo realizado a Frank Lloyd Wright por Edgar Kaufmann,
un rico ejecutivo y director de unos grandes almacenes en Pittsburg.
En esos momentos Wright era un prestigioso arquitecto con bastante
experiencia en la construcción de casas unifamiliares.
En primer lugar,
llama la atención su sorprendente ubicación: sobre una cascada y en
medio de un bosque con manantiales, un lugar idílico donde sólo se
oye el murmullo del agua y de las hojas de los árboles. Se consigue
así una plena integración con el entorno, hasta el punto de que la
naturaleza parece invadir la construcción. También los materiales
utilizados refuerzan este hecho. La piedra natural de las paredes
recuerda las rocas y el cristal permite que el paisaje circundante
esté constantemente presente en el interior de la vivienda.
La casa consta de
tres pisos escalonados y superpuestos, cada uno de los cuales tiene
su propia planta, independiente de las demás. El piso inferior
está ocupado por la entrada y la gran sala de estar, que se prolonga
en una impresionante terraza que vuela sobre la cascada. También se
encuentran en este piso algunas dependencias más, como la cocina. En
el piso intermedio están los dormitorios y proyecta también
una gran terraza hacia el exterior, que forma con la del piso
inferior un ángulo de 90°. Una parte de ella está cubierta por la
anterior, pero hay otra parte absolutamente libre, no quitando ni
luz ni sol a estas dependencias. En el piso superior se
encuentran las habitaciones de los invitados.
El eje vertical
de la casa lo constituye la chimenea, que arranca de la parte
trasera del edificio, como una torre, en donde se ensamblan las
diferentes dependencias y las terrazas, cerradas por parapetos lisos
en voladizo, que se proyectan en diferentes direcciones. Esta
utilización del hormigón es de una gran audacia técnica, al
constituir una especie de esqueleto sustentante del edificio que
libera los muros de su función de carga.
Casa Kaufmann
El
espacio interior de la vivienda refleja la pureza y sobriedad
del arte oriental. La arquitectura pasa a ser, sobre todo, espacio
interior, espacio habitable. Se antepone la función primordial de
un edificio, la habitabilidad, a cualquier otra. Pero además, se
busca la comunicación con el exterior, de modo que la Naturaleza
penetra en la propia vivienda.
Como ya hemos
dicho la casa está construida en materiales muy
diversos, naturales como la piedra o la madera, pero también
procedentes de la tecnología moderna, como el hormigón armado, el
hierro o el cristal. Todos ellos se conjugan con los elementos
naturales (las rocas, el agua o la vegetación) lo que unido a los
contrastes de luz y sombra produce efectos muy interesantes.
En conjunto, en
la casa dominan las líneas horizontales, aunque equilibradas por las
líneas verticales de los muros y soportes.
Wright era un
admirador del arte japonés, que tiene indudable influencia en su
obra. Incluso estuvo en Japón, donde construyó el Hotel Imperial
de Tokyo (1916-1922), aunque también era un buen conocedor de la
arquitectura europea, como el racionalismo.
Etiquetas:
2º Bachillerato,
Arquitectura,
Arte Contemporaneo,
Siglo XX
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